miércoles, 26 de diciembre de 2007

Columna


“Adquirir Responsabilidades”
por Marcelo Gutiérrez R.

En colegios, escuelas, liceos, politécnicos, institutos y universidades podemos observar una gran población juvenil que sin razón aparente se ve físicamente pequeña o inmadura para su edad, pero cuando llegamos a conocerlos en profundidad en un aspecto íntimo mayor nos damos cuenta que el asunto se extiende también a la forma de ser y su constitución psicológica y mental (sin llegar a generalizar necesariamente). Muchos de estos jóvenes son considerados por su grupo y en ocasiones por ellos mismos como individuos afortunados, en diferentes situaciones socio-económicas, con buenas y malas formaciones, tanto pedagógicas como valóricas, y también como personajes más maduros que la mayoría, y aún más, que todos los que los rodean, al menos sus pares etarios. ¡Gran Error! A pesar de ser un pensamiento común de acuerdo a la edad y etapa de vida, tan sólo corresponde a un ideal y se aleja ampliamente de lo que realmente ocurre, y aunque no todos los jóvenes deben ser necesariamente inmaduros, por lo menos un 80% de los individuos que sostienen esta idea de madurez superior presentan un nivel de inmadurez mayor al resto.
Es realmente increíble lo que tus amigos, padres, familiares y conocidos pueden influir en tu “autovisión” y en tu “autoconcepción”. ¿Alguna vez se han fijado como los padres te felicitan y alardean porque su hijo es capaz de intervenir en una conversación de grandes o preparar la cena? O ¿cuando estás con alguien más grande, aunque no necesariamente más maduro que tú, y te dice que eres muy maduro para tu edad te sientes bien contigo mismo? Son estas pequeñas cosas las que nos hacen sentirnos más grandes, inflándonos pero dejándonos un vacío interior, y nos hacen atribuirnos cualidades que no tenemos, afectándonos psicológicamente ya que nos llevan a pensar que porque alguien lo dice somos suficientemente maduros, y lo peor que sucede es que a continuación lo queremos demostrar a todas las personas.
Pero la única y exclusiva manera en que se puede lograr alcanzar una madurez plena es cuando se adquieren Responsabilidades y se tiene la suficiente fuerza de voluntad, actitud que bajo ninguna circunstancia posee un niño pequeño e incluso algunos jóvenes, para decidir entre realizar una acción o trabajo con un fin más positivo y productivo en vez de otra más entretenida o didáctica, cuando se decide optar por lo correcto antes que elegir lo fácil. Sólo ahí, cuando la persona llega a un estado en el cual se puede separar la diversión de la obligación y el compromiso, lo mundano y placentero de lo correcto y debido, la persona adquiere una posición en la cual no existe la necesidad de demostrar su madurez ni sus progresos, tanto para los demás como para sí mismo, y recién en aquel momento se puede afirmar que esa persona está alcanzando algún grado de madurez. Pero para que esto se logre a cabalidad se debe trabajar fuertemente y consciente de cada acto y decisión, lo que requiere mucho esfuerzo porque no resulta ser tarea fácil.
En conclusión podemos decir que:
¡La Madurez es una responsabilidad que viene con otras responsabilidades!

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